Amarse a sí mismo: el secreto de las parejas de hoy

El amor es luz.

El odio, oscuridad. Como todas las emociones negativas.

Ahora, ¿qué sucede si estamos de noche en una habitación iluminada y abrimos la ventana?

La luz sale hacia la oscuridad. No es la noche la que entra. La oscuridad no puede entrar porque no existe; no es más que la ausencia de luz.

Por lo tanto, sólo existe la luz.

Sólo existe el amor.

Hace miles de años, uno de los 7 Inmortales Taoístas le dijo a uno de sus discípulos: “Lo único que necesitas para convertirte en Inmortal -Iluminado- es que abras tu corazón y permitas que el amor crezca, y el odio que vive en él desaparecerá. Una vez que lo hagas, te transformarás en Maestro y tu misión será llevar este mensaje que cambiará al mundo”.

Hoy el amor está muy devaluado, olvidado… Creemos que es algo que solito se da. Alguien me gusta, me enamoro, nace el amor y ahí lo dejamos, que solito tome su rumbo. Y pues no.

Así el amor depende de lo que el otro me da y no de mí.

Si el odio es la ausencia de amor, el amor es algo que deberíamos aprender a hacer crecer.

Como lo canta Vicentico: “En la escuela nos enseñan de batallas, pero qué poco nos enseñan de amor”.

Imagínense: Matemáticas, Historia, Ciencias Naturales, Amor…

Gran parte de las parejas mantienen una relación demandante. Uno busca amor, placer, felicidad… del otro. Y el día que no te lo da, se siente un hueco gigante y no hay chocolate, bebida ni droga que lo llene. Por eso muchas relaciones fracasan al poco tiempo.

¿No debería ser lo opuesto?

El amor, en lugar de ser una demanda, tendría que ser un dar.

¿No deberíamos buscar primero la felicidad en uno mismo? Encontrar mi misión en este mundo. Una actividad, trabajo o hobbie que nos llene. Que nos inunde de felicidad. No trabajar por dinero, sino para auto-realizarnos.

En lugar de tenerle tanto miedo a la soledad, ¿no deberíamos darnos ese tiempo para ser felices con nosotros, con quién somos, con lo que hacemos?

Y una vez que seas feliz contigo, una vez que hayas juntado tanto tanto amor a ti mismo, ahora sí, sal a compartirlo con alguien.

Y lo mejor de todo, cuando vibramos en esta frecuencia, la del dar, siempre aparece alguien increíble del otro lado. Alguien que también tiene mucho para dar. Cuando esto sucede, las relaciones ya no son de demanda, envidia y celos. Son de darnos eso hermoso que hicimos de nosotros. Eso que estuviste creando, creciendo y cosechado por tanto tiempo.

Por qué no nos damos el tiempo y la dedicación para hacer esa persona que deseamos ser… Esa persona que te hará feliz a ti y, lo mejor de todo, a alguien más.

Aprovecha esta etapa, el otoño, para sacar todo eso que no deja que el amor, la compasión y generosidad crezca en tu corazón.

Y si tú lo haces, algo en ti cambiará. Y alguien te preguntará el secreto y ese alguien también lo hará… Y así, tal vez un día despertemos y nos demos cuenta que estamos viviendo en un mundo de gente llena de felicidad, que no espera recibir, si no dar amor. Y que la gran misión de aquel Maestro Taoísta, la hicimos realidad.

Namaste!