Hace unos días en la clase de Karma Yoga, hablábamos acerca del Ashtanga Yoga (Ashta: 8 – Anga: ramas). O sea, Las 8 Ramas del Árbol de los Yogasutras de Patanjali, pensador y yogui hindú. Las primeras están en la base: los Yamas (abstenciones) y Niyamas (reglas).
En esta ocasión hablábamos de un Yama en especial: Brahmacharya: La moderación de la energía.
¿De qué se trata esto?
Para el Hinduismo, el Prana. Para el Taoísmo, el Qi o Chi. Para el Budistas, el Zen. Tres de las filosofías espirituales más antiguas de este mundo, hablan de los mismo: la energía vital.
Somos energía, el Universo es energía, la creación es energía, la materia es energía, el agua, el aire, el fuego… todo es energía. Cuando se diluye todo se detiene y la vida se va. Por eso, para estas culturas espirituales, esas tres palabras, que significan lo mismo, son lo más importantes. Todo el tiempo se la pasan cultivándola y protegiéndola, a través de la Yoga, el Qi Gong, Tai Chi, Zazen (meditación), el pranayama (respiración), la comida y el sexo.
Pero, en primer lugar, lo más importante es saber cómo es que nos la consumimos, y luego, como adquirirla. Hay 3 formas de utilizarla: cuando nos estamos sanando, al hacer la digestión y socializando.
Vamos uno por uno:
A todos nos pasó alguna vez, te vas de vacaciones y te enfermas. Es que al relajarnos el cuerpo encuentra un espacio para él. Un lugar que no le estábamos dando, ya que el estrés diario y el trabajo se llevan toda nuestra atención. Al frenar, el cuerpo encuentra la gran oportunidad de autosanarse.
La enfermedad es la búsqueda de recuperar el equilibro perdido. Si nos damos el tiempo de “enfermar”, él usará nuestra energía vital para reparar eso que no está bien dentro de nosotros. En pocas palabras, la enfermedad es nuestra aliada, no nuestra enemiga.
Por esto, cuando tenemos una gripa, no queremos ni comer, ni socializar. La energía está en sanar.
En promedio, la digestión utiliza el 40% de la energía de nuestro día. Pero si llevamos una dieta muy ácida (productos de origen animal, grasas, fritos, procesados…) el cuerpo necesitará un porcentaje más alto para la digestión, y en la mayoría de los casos, más de la energía que le aporta ese mismo alimentos. Por lo tanto, quedamos en deuda. Terminamos de comer y a dormir.
Una dieta alcalina, en Alqimia Corazón aconsejamos macrobiótica (macrobiótica no quiere decir vegetariana, si no, balanceada), hará que la digestión sea rápida. De este modo, gastamos poca energía, no tendremos sueño después de comer y lo mejor de todo, los órganos al trabajar menos, no enfermarán y envejecerán más lentamente.
Y por último, socializar.
Socializar equivale a lo que era hace miles de años, salir a cazar un Mamut. Hoy las costumbres son otras. La caza y la recolección cambiaron por el estrés del trabajo, el tráfico, salir con amigos, la fiesta, jugar al fut… y la más importantes de todas, el sexo. De todos, este último es en el que más hincapié hace Patanjali.
La mujer pierde su energía en la menstruación. Por eso el período debe ser sin dolor, durar 3 días y sólo uno de ellos abundante. Y el hombre, al eyacular. El esperma es la semilla de la vida, la juventud y la longevidad. Al derrocharlo, tiramos todo eso.
En la sociedad occidental tenemos una percepción equivocada del sexo. Es típico escuchar a sexólogos o leer en las revistas que dan “consejos útiles”, de los grande beneficios del orgasmo. Casi, casi, que si todos los días tenemos sexo tendremos una vida mejor, porque nos hace sudar, relajarnos, etc. Cosas ciertas. Pero nada mencionan de la gran perdida de energía, que supera la de la mala digestión, el trabajo, el estrés y la autosanación. El envejecimiento celular que esto conlleva es muy grande.
El error está en creer que eyacular y el orgasmo son lo mismo. Y no. La eyaculación es una acción física. El orgasmo, si lo sabemos alcanzar, eleva a la pareja a un plano espiritual. Por eso los hindúes crean el Kamasutra y el sexo tántrico.
Tanto los hinduistas como los taoístas, proponen estas largas prácticas sexuales, donde sólo el orgasmo puede durar 10, 15, 30 minutos o más, sin eyacular.
Sé que a los hombres les parecerá un insensatez lo que están leyendo. Orgasmo sin eyacular, ¿cómo? Pues así es muchachos. Al principio, cuando mi maestro me habló de esto, tampoco le podía creer. Pero sí.
A grandes rasgos, se trata de sacar la atención de los genitales y lograr que la kundalini, la serpiente que está enrollada 7 veces en la base del sacro, suba por nuestra columna hasta por encima de la cabeza, manteniendo un ritmo lento de respiración nasal. Cuando ambos miembros de la pareja lo logran, se unen sus órbitas microcósmicas, según el Tao. De esta forma, la energía de los dos se hace una y crece hasta trascender lo físico. Esto lleva a un éxtasis inimaginable. A otro nivel de conciencia. A la sanación. A un conocimiento más profundo. A la tan deseada alquimia interior…
¿Estás listo para cambiar tu vida?