Hace unos días me topé con una noticia que me dio mucho gusto: “En un hospital de Colombia cambiaron la medicina por la meditación”.
Lo que más gusto me dio es que al fin estos muchachos se dieron el chance de curar las enfermedades desde la raíz, en lugar de empeñarse en callar síntomas.
El 85% de las enfermedades nacen en la cabeza. Surgen de las emociones. En pocas palabras: es nuestro ego quien nos enferma.
Desde el ser superior nacieron los minerales. De los minerales, los vegetales. De los vegetales pasamos a los animales y de los animales bajamos a los humanos. Y ¿cuál es la diferencia entre un animal y un humano?: La conciencia de la individualidad. El ego. Que pensamos.
En la lista de la involución, estamos en el último escalón. Por más reyes del mundo que nos creamos, más abajo de nosotros no queda nada, ni nadie.
Por eso es que los animales rara vez se enferman, y los humanos vivimos en ese maravilloso estado. O mejor dicho: vivimos sanándonos todo el tiempo.
Qué es lo bueno: que más abajo ya no podemos ir. O sea, el humano tiene el gran trabajo de empezar a ascender hasta alcanzar la tan deseada espiritualidad, Gracia de Dios. O como lo queramos llamar.
Qué es lo malo: que estamos mirando para otro lado. Nos dijeron que tengamos fe, y que Dios se encarga. O sea, tú no hagas nada en ese aspecto. Tú dedícate a ser un engranaje del sistema, sin chistar, y si eres un buen tipo, Dios te dará esa recompensa.
Y así estamos, en una carrera a ver quien llega a lo más alto, pero de la montaña equivocada.
Jesús, Buda y los Mayas, entre otros, evolucionaron, ascendieron… Les alcanzó la vida para dar el maravilloso paso.
Nosotros, seguiremos reencarnando hasta lograrlo o que el mundo se acabe. A ver qulesos noszó la vida para dar el maravilloso mos reencarnando hasta lograrlo o que el mundo se acabe. A ver qudo… Y si, hoy me é pasa antes.
Es que nosotros nos desconectamos de nuestro cuerpo -nuestro ser inferior-, de nuestro espíritu -nuestro ser superior-. Y en lugar de ser como los animales, que acepta lo que son y viven la vida que les toca, nos la pasamos diseñando la vida ideal. Una vida futura que nunca llega ni llegará.
No sé si los doctores de este hospital de Colombia pensaban algo parecido a esto que les cuento, o cuál fue su motivación. Pero lo interesante es que se dieron cuenta que si detenemos nuestra mente, si logramos que una emoción no sea alimentada por nuestro ego, nuestros pensamientos, logramos que la enfermedad no avance, y mejor aún, retroceda.
El tema es que a nosotros nos enseñaron que la enfermedad es una enemiga: “Pobre, está en cama con gripa”. Cuando en verdad deberíamos decir: “Qué bueno, la gripa lo detuvo unos días a sanar algo que estaba mal en su vida,”.
Esa gripa no es ni más ni menos que la alarma en tu cuerpo de algo que anda mal en tu cabeza: “Ey, este camino está mal. Si tú no frenas, yo te freno, pero tenemos cosas que solucionar ”. ¿Y qué hacen en el hospital?, te dan una droga para que esa alarma se calle y el problema real siga estando dentro. Y sí, hoy me siento mejor, pero en unos años tendremos dos rebotes: el de las drogas que intoxicaron el hígado y la enfermedad de hoy, triplicada… O sea, gritando más fuerte para ser oída de una vez por todas.
Ya ven por qué me dio tanto gusto leer esa noticia.
La meditación Zen -sentarse, frenar la mente y “no hacer nada”- o las meditaciones en movimiento -Yoga, Chi Kung o Tai Chi- detienen las fluctuaciones de la mente. Frenan los pensamientos que agrandan todo, guiados por el ego. Y no sólo frenan el pensamiento, nos conectan con nuestro inconsciente y nos llevan a la raíz del problema. Nos paran frente a ellos. Nos enfrentan con cosas que tenemos que trabajar nosotros, y no una droga química.
Este es un gran paso para salir de la era de vivir anestesiados, distraídos, dormidos, hacernos los tontos y mirar para el otro lado…
Para salir definitivamente del sufrimiento, hay que pasar por él.
Como dice mi Maestro: “Nadie sale del barro sin embarrarse los zapatos”.
¿Está listo para cambiar tu vida?