La mayoría de los que practicamos yoga, al principio sufrimos con los saludos al sol, nos costó trabajo respirar, nos sentimos rígidos, descoordinados, sin equilibrio, y ya estábamos muertos a los 15 min de haber empezado la clase.
Muchos de nosotros antes de practicar yoga, no hacíamos ninguna actividad física, otros corríamos, íbamos al gym, hacíamos deporte, algunos de vez en cuando y otros regularmente. Todos sin temor a equivocarnos llegamos a la primera clase y dijimos – ¿qué es esto? pero si se ve tan fácil, si yo hago ejercicio, si yo cargo x kilos en el gym, si corro maratones… ¿cómo es posible que no aguante la clase, que no alcance las posturas?. Un dialogo interno comienza a aparecernos y en muchos casos un deseo de que termine la clase para no volver. Aunque saliendo de la clase te sientes más liger@ y feliz, optas por abandonar y decir el yoga no es para mi.
Si es tu caso, nuestra recomendación es que te des la oportunidad de practicar al menos de dos a tres veces por semana por un mes, para que veas los resultados.
Puede ser frustrante al principio, pero tiene una razón de ser:
El cuerpo se puede considerar la expresión física de la mente y el espíritu. Por tanto cuando piensas y actúas de acuerdo a tus patrones de pensamiento, se arraigan en tu mente y se traducen en síntomas corporales como la rigidez o incluso en enfermedades.
Lo que diferencia al yoga de otras actividades físicas, es que las posturas están diseñadas para cambiar literalmente tus patrones mentales establecidos (hábitos), reemplazando las conexiones y redes neuronales negativas de tu cerebro por patrones sanos y felices.
Flexionar y mover el cuerpo de la forma en la que lo hacemos en el yoga fomenta que la mente funcione de un modo que ofrece bienestar a largo plazo. Guruji decia que el yoga era 99% práctica 1% teoría.
¿Estas listo para cambiar tu vida?
Juntémonos a hacer yoga
Namaste.